Pensemos colectivamente cómo superar «el invierno comercial»

Hoy sabemos que estamos en guerra contra un invasor común a escala global, que no esperábamos vivir una situación similar, que habrá un “invierno comercial” y que posteriormente, una vez hayamos ganado la guerra a escala global, la sociedad será otra.

La pandemia del COVID19 ha sido tan devastadora para todas las economías como una guerra. La destrucción de empleo, empresas y riqueza es equiparable a la invasión de casi todos los países por un enemigo común que mata a cualquiera sin piedad. Pero esta vez, todo es tan imperceptible que nada queda claro y nada es evidente. Por ello, no hemos terminado de asimilar que estamos viviendo una situación equiparable a una guerra mundial y que hemos entrado en “el invierno comercial”. Preparémonos para lo que viene porque luego tendremos que construir la sociedad que queremos. Y será otra.

Foto de TAHA AJMI en Unsplash

Vivimos en una guerra mundial sin destrucción física

Si bien el ser humano es experto en el “arte de la guerra”, tiene una enorme experiencia en reconstrucción de sociedades desde hace unos 5.000 años y parece que sabe asimilar psicológicamente cómo reaccionar ante la devastación de la sociedad, en la situación actual nos encontramos perplejos. Como no existe destrozo físico alguno, no hay una sociedad que volver a edificar y como todas las referencias visuales siguen intactas no terminamos de asimilar que estamos en guerra contra un enemigo común que ya ha generado millones de muertos en nuestras filas, en todos los países del mundo, en mayor o menor medida.

Al no visualizar destrozos físicos nos cuesta imaginar que estemos en una situación análoga a una guerra, así como interiorizar sus consecuencias económicas. De hecho, probablemente la mayor parte de la población no haya terminado de asumir que en su vida iba a “vivir” una guerra, algo que nos suena tan anacrónico, y piense que esto no es más que una batallita que se gana fácilmente, no una auténtica guerra que le va a cambiar la vida.

Sí, asumamos que estamos en situación de guerra y que el ser humano ganará al virus, pero probablemente no sea capaz de tenerlo bajo control hasta 2022. Ello sería un hito para la humanidad, ya que nunca hemos sido capaces de controlar a un enemigo invisible común en tan poco tiempo y bajo tanta colaboración científica internacional. Sin embargo, en tan poco tiempo también podría cambiar todo en una sociedad. Si asimilamos que estamos en guerra, cuesta menos ver qué podemos hacer porque comprenderemos mejor lo que podemos llegar a vivir.

Un «invierno económico» para numerosas personas y empresas

El “invierno económico”, o comercial, es una analogía del “invierno nuclear”, el cual se produce como resultado del uso indiscriminado de bombas atómicas. Bajo el invierno nuclear se produciría el colapso de la economía, aparecerían hambrunas y se generarían efectos invisibles en la salud de las personas durante varias décadas. Bajo el comercial, también.

Un invierno nuclear se produciría por una enorme nube de polvo en suspensión que podría permanecer años en la atmósfera. Morirían numerosos seres vivos que necesitan fotosíntesis, al no poder pasar la luz solar, y ello afectaría al resto de animales. Gran cantidad de seres vivos agonizarían por asfixia. Los seres vivos que hacen fotosíntesis son el eslabón más bajo de la cadena alimentaria pero son la base sin la cual el resto no puede vivir. El invierno nuclear afectaría en mayor medida a los más vulnerables y tras su paso, la sociedad cambiaría completamente.

El invierno comercial estará producido por una enorme nube de incertidumbre que podría permanecer años en la atmósfera. Morirán numerosas empresas que necesitan financiación, al no poder ingresar, y ello afectará al resto de la sociedad. Gran cantidad de empresas agonizarán por asfixia económica. Los pequeños empresarios son el eslabón más bajo de la cadena económica pero son la base sin la cual el resto del sistema no puede vivir. El invierno comercial afectará en mayor medida a los más vulnerables y tras su paso, la sociedad cambiará completamente.

¿No es esa situación lo que parece que estamos viviendo?

Una nube de incertidumbre que generará un gran desorden

La Era del Desorden es el periodo en que nos encontramos actualmente, según el servicio de investigación del Deutsche Bank (Alemania), e implica una complejidad que va más allá de una guerra tecnológica y geoestratégica entre Estados Unidos y China por la supremacía mundial. Tiene implicaciones en distintos sentidos, afecta a casi todos los países y su formulación matemática incorpora distintas incógnitas que son nuevas para el ser humano. A partir de 2020, una nueva era se abre para el ser humano, solo que estará caracterizada por el desconcierto para las personas, la desorganización de las empresas y el desgobierno entre países.

La Era del Desorden, según el banco alemán, está caracterizada por ocho cuestiones conflictivas que se interrelacionan entre sí:

UNO. Un deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y China, que producirá un choque cultural y de intereses a escala mundial, que se irá incrementando a medida que la economía china se vaya convirtiendo en la más grande del mundo. Ello supone que “nos encontramos ante el ocaso de la globalización».

DOS. Una década que es un punto de inflexión para Europa, ya que en los próximos diez años sus oportunidades podrían ser mucho menores. Puede ocurrir que la década de los 2020s sea decisiva para una Europa que en 2030 puede subir o caer en importancia geoestratégica. Para ese año, la Unión Europea tiene como objetivo la soberanía tecnológica, así como la emancipación militar, con una estructura defensiva propia. Para Europa, puede suponer la unión o la fragmentación.

TRES. Una deuda aún mayor en países ya sobre-endeudados. Los gobiernos se verán obligados a hipotecar el futuro de varias generaciones en el largo plazo para poder saldar las cuentas del corto plazo. Se incorporarán nuevas herramientas de financiación que permitirían mantener una deuda para siempre, de manera perpetua, al pagar solo los intereses pero no el capital principal. Además, una mayor deuda y la aplicación de políticas expansivas provocarían mayor inflación.

CUATRO. ¿Inflación o deflación? La deflación implica que la oferta de bienes y servicios es superior a la demanda, como ha ocurrido en algunos sectores (taxis, hoteles, restaurantes, etc) durante el desplome de la demanda por la crisis sanitaria. Ello supone caídas de precios, menores beneficios, mayor desempleo y hundimiento del consumo. Pare solventarlo, a medida que los bancos centrales pusieran mayor liquidez a disposición de los ciudadanos, los gobiernos podrían verse con dificultades para mantener sus objetivos de inflación.

CINCO. La desigualdad se encuentra en máximos históricos, pero puede empeorar. Existe el temor a que se produzcan brotes violentos en las calles como resultado de un creciente empobrecimiento. Se prevé un crecimiento en forma de K, ya que una vez superada la recesión, algunos sectores productivos tendrán crecimientos positivos, mientras simultáneamente otros verían decrecimientos vertiginosos. Entre los primeros destaca a las plataformas digitales así como la industria alimentaria, la farmacéutica o la tecnológica, mientras que sectores como la hostelería, transporte aéreo o la restauración se verían muy afectados.

SEIS. Una mayor brecha intergeneracional entre las generaciones más pudientes (Baby boomers y Generación X) y otras mucho más vulnerables (Millennials y Generación Z) implicará mayor desigualdad entre las personas. Ante ello, los gobiernos pueden verse obligados a imponer nuevos impuestos al patrimonio y a las herencias, menores prestaciones sociales a los pensionistas, mayores impuestos a la propiedad y mayores impuestos a las empresas para implantar «políticas más redistributivas».

SIETE. Se construirá un debate climático entre aquellos que defiendan un modelo que proteja el medio ambiente frente a otros que prefieren proteger la economía. Ello tendrá implicaciones en políticas fiscales, inversión en industrias específicas, etc. Este debate forma parte del conflicto intergeneracional y ambas partes estarán cada vez más enfrentadas, lo que será un factor de polarización de la sociedad.

OCHO. A lo largo de la década de los 2020s se podrá verificar si la revolución tecnológica que se ha generado en la última década es realmente tal o si es una segunda burbuja tecnológica, como la que ocurrió a principios del siglo XXI. Si se produce en los términos previstos, habrá una presencia masiva de Inteligencia Artificial, los procesos serán digitalizados, surgirán ordenadores cuánticos, se monetizarán los datos, se robotizará el trabajo y se desarrollará la biotecnología, generando nuevos retos de manera permanente.

La Era del Desorden, tal como está prevista, es un compendio de riesgos políticos, geo-estratégicos, sociales, económicos, biológicos, energéticos, ecológicos, financieros  y humanitarios que impactarían en todos los ámbitos de nuestra vida durante un periodo relativamente prolongado de tiempo.

¿Invierno comercial? Apostemos por inteligencia colectiva

En el mismo momento de interiorizar que vivimos bajo una situación bélica, que bajo un gran desorden podemos morir fulminados por el enemigo si somos imprudentes y que para todas las personas se trata del mismo enemigo es cuando aparece la necesidad de una unión que haga la fuerza, de una colaboración frente a cualquier adversidad y de una mayor generosidad frente al vulnerable.

Las sociedades que viven en guerra se unen frente al enemigo común. Es exactamente lo que ha hecho el mundo de la ciencia, tal como nos explicó María Blasco, directora del CNIO, en el Comité Científico de octubre de 2020 de la revista TELOS (Fundación Telefónica): «La ciencia ha colaborado unida con una enorme generosidad a escala global para combatir a un enemigo común que será derrotado«. El mundo de la sanidad ha trabajado como un enorme ejército coordinado para combatir los estragos en la salud de las personas. Han sido consecuentes, han colaborado y han ido aprendiendo los unos de los otros. ¿Y si el resto de la sociedad hiciera lo mismo?

Otras unidades de inteligencia presentes en la madre naturaleza, como las hormigas, pueden ofrecernos numerosos ejemplos de qué hacer frente a una guerra. Utilizan la inteligencia colectiva para superar un reto común y ofrecen tres lecciones:

UNO. Las sociedades de los cuidados son más fuertes tras no dejar a nadie detrás. Así, por ejemplo las hormigas Megaponera analis curan las heridas de sus compañeras tras una batalla y no abandonan a ninguna hormiga herida que se pueda salvar. Tras cuidarlas, las hormigas sobreviven en un 90%. Sin los cuidados de otros miembros de la colonia, mueren en un 80% de casos. Tras 48 horas de cuidados, las antiguas hormigas mutiladas de guerra ya se encuentran en situación para continuar operando para la prosperidad de toda la colonia.

DOS. Es posible generar orden a partir del caos, ya que las hormigas hacen uso de sistemas complejos no lineales, donde la auto-organización sirve para mejorar el funcionamiento del grupo.

TRES. Resulta más fácil priorizar la acción y ser más eficientes. Las hormigas pueden distinguir de una manera clara a otras especies diferentes y son capaces de ajustar su respuesta a la gravedad de una amenaza. Saber priorizar implica una mayor eficiencia en la gestión de los recursos disponibles. Las hormigas no desperdician su energía respondiendo de la misma manera a todas sus amenazas.

Aprendamos de otras unidades de inteligencia presentes en la naturaleza para superar un invierno comercial producido por una guerra contra un enemigo invisible. Así, no dejaremos a nadie detrás, seremos capaces de generar orden del caos y seremos más eficientes porque sabremos priorizar mejor. Las hormigas nos llevan unos cuantos millones de años de ventaja de experiencia práctica en resolver retos comunes. Usan la inteligencia colectiva. Aprendamos de las hormigas y, quizás así, superaremos mejor el invierno comercial.

Si no somos capaces de aprender de la inteligencia de las hormigas y de actuar de manera inteligente y colectiva frente a esta guerra tan inaudita que nos ha tocado vivir, entran ganas de hibernar y salir dentro de un par de añitos, sí.

Acerca de Rafael Martinez-Cortiña

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