Gobiernos ineficientes en el gasto, pero ¿se podría cambiar?

Gracias a Milton Friedman sabemos de una manera muy clara por qué los gobiernos son ineficientes en el gasto público. Seguir endeudando a las futuras generaciones no parece la solución. ¿Podría una nueva ciudadanía política aportar mayor eficiencia a la gobernanza del gasto público?

Los años 20 han comenzado con naciones, empresas y personas enormemente endeudadas en un endiablado laberinto de interpréstamos en todos los niveles que podría colapsar en cualquier momento. Quizás no sea lo más prudente seguir la senda de la deuda, incluso perpetua, como ya se plantea. Si estamos de acuerdo con la concepción de la economía de Samuelson, quizás deberíamos dirigirnos a una mayor eficiencia en el gasto, porque sabemos que este subirá enormemente en los próximos 5 años. Si somos más eficientes con el gasto público podremos generar más soluciones a la sociedad sin necesidad de endeudarnos más.

Foto de Nicolas Tissot en Unsplash

¿Qué es la economía?

La economía es una actividad con efectos transversales desde tiempos inmemoriales. Supuso un motor de progreso para numerosas civilizaciones, y los seres humanos han ido refinando su comprensión sobre la actividad a lo largo de miles de años. Para Aristóteles, por ejemplo, la economía era la ciencia que se ocupa de administrar los recursos existentes, con el objeto de satisfacer las necesidades de las personas y de los grupos de personas. No fue el único en querer explicar en qué consistía la economía.

Tras numerosas interpretaciones al respecto, durante siglos de diferentes disquisiciones, en 1948 Paul Samuelson estableció que “el fin último de la economía es mejorar las condiciones de la vida de las personas en su vida diaria”. Paul Samuelson, una autoridad de la ciencia económica en el siglo XX, fue el primer estadounidense en conseguir un Nobel de economía, en 1970.

Para Samuelson la economía era “la gestión eficiente de los recursos, disponibles y/o accesibles, para mejorar las condiciones de la realidad cotidiana de las personas”. Eso supone una acción (gestión eficiente de recursos) para conseguir un objetivo (mejorar la calidad de vida las personas). Parece que los gobiernos no son capaces de generar dicha acción y además parece que tampoco puedan alcanzar dicho objetivo. Veamos por qué.

¿Por qué los gobiernos son ineficientes en el gasto público?

El premio Nobel de Economía Milton Friedman[i] en su análisis sobre la eficiencia del gasto pensaba que básicamente tenemos cuatro opciones:

  • Puedes gastar tu propio dinero en ti. Cuando gastas tu dinero en ti, tienes cuidado en qué lo gastas, y te aseguras de que obtienes lo máximo por cada dólar.
  • Puedes gastar tu dinero en otras personas. Tienes mucho cuidado de no gastar demasiado. Tratas de mantener bajo el gasto que realizas. Nunca prestas tanta atención en los regalos que compras para otras personas como en las cosas que compra una persona para sí misma.
  • Puedes gastar el dinero de otra persona en ti, que es cuando gastas el dinero del gobierno, por lo que puedes gastar todo lo que quieras.
  • Puedes gastar el dinero de otras personas en otras personas.  Eres un “distribuidor de fondos de bienestar”. Nunca vas a ser tan cuidadoso al gastar el dinero de otra persona en alguien más”.

Milton Friedman lo resume en que:

  • Si gastas tu dinero en ti, ahorras buscando el máximo valor.
  • Si gastas tu dinero en otra persona, ahorras sin buscar el máximo valor.
  • Si gastas el dinero de otra persona en ti, ahorras buscando el máximo beneficio.
  • Si gastas el dinero de otra persona en otra persona, ni ahorras ni buscas el máximo beneficio.

De ello se deduce que las personas somos más eficientes cuando tomamos una decisión de gasto para responder a una necesidad con dinero que hemos ganado, que unos gobiernos que gastan dinero ajeno en necesidades ajenas.

¿Esa dinámica podría cambiarse?

En la actualidad, todos los gobiernos existentes de España (nacional, autonómicos y locales) toman decisiones de gasto “en otras personas” con dinero que es igualmente “de otras personas”, que es aquel momento en que según el premio Nobel Milton Friedman, “ni ahorras ni buscas el máximo beneficio”. Y ¿dónde podríamos mirar para aprender de cómo ahorrar mientras se busca el máximo beneficio? Miremos a Suiza, por ejemplo, donde la ciudadanía política es una realidad.

Suiza es un ejemplo de sistema de democracia directa con una fuerte base en la inteligencia colectiva, e incorpora la posibilidad de referéndums de todo tipo. Por un lado, están aquellos de participación voluntaria y aquellos obligatorios. Además, están los cantonales y los nacionales. Luego están los denominados facultativos. Otros son por iniciativa popular, que también pueden verse enriquecidos por la alternativa que ofrecería el gobierno ante la misma.

En Suiza la ciudadanía participa muy activamente en las valoraciones finales de las decisiones políticas. Cien mil personas pueden presentar un proyecto a consulta pública, y el gobierno puede, a su vez, responder presentando su propia alternativa, de manera que la ciudadanía podría votar sobre ambas opciones, la parlamentaria y la ciudadana, y decidir que aprueba a ambas, aprueba una o rechaza a ambas. La ciudadanía también puede participar ratificando cambios legislativos, ya que la aprobación de leyes puede tener como exigencia la aprobación ciudadana.

Una nueva ciudadanía política frente al gasto público

Desde el siglo XIX, Suiza ha consolidado un sistema de gobierno donde la ciudadanía tiene la última palabra. La realización de cientos de consultas populares ha dotado de una enorme madurez a la política suiza y no se podría realizar ninguna modificación en la Constitución si no es a través de un referéndum obligatorio con carácter vinculante. Un sistema así en España habría obligado a hacer referéndums vinculantes para la Primera Reforma Constitucional de 1992, que modificó el artículo 13.2, así como en la Segunda Reforma de 2011, que consistió en sustituir íntegramente el artículo 135[ii] de la Constitución Española.

Bajo la integración del binomio “sociedad-partidos políticos” en una sola unidad político-social, podría ocurrir un pequeño milagro en la historia de la eficiencia de las administraciones públicas, que cambiarían inmediatamente de mentalidad. Pasarían de administrar los recursos de otras personas a gestionar recursos que considerarían como suyos, por lo que probablemente serían más sostenibles, más eficientes y menos populistas en sus planteamientos de base. La unificación del binomio “sociedad- partidos políticos” conseguiría una mayor eficiencia en el gasto público, al asumir como propio un dinero que se va a gastar en sí mismo.

A principios de los años 20, la inteligencia de los partidos políticos tradicionales no está aclarando ninguna incógnita en la fórmula de la gobernanza y los gobiernos no son eficientes frente a un gasto público desbocado. La incorporación de sistemas de inteligencia colectiva a los retos que están surgiendo a principios de la década de los 20 empieza a ser urgente. Pasarán los años y nos preguntaremos por qué no conectamos antes las inteligencias humanas para resolver las incógnitas de una sociedad cada vez más compleja.

Si te ha gustado este post, es un extracto del segundo capítulo del libro “(Tu) Nación Digital”, editado por Eolas ediciones. Lo publiqué el 20 de septiembre de 2019 y lo escribí para que vayamos pensando en cómo conectar soluciones entre las personas ante la complejidad que parece que viene. Apostemos por la inteligencia colectiva en la gobernanza digital para los 2020s.


[i] Milton Friedman. “Cuatro formas de gastar el dinero” https://www.youtube.com/watch?v=S-cFa3ipcSw

[ii] Congreso de España. Constitución española. http://www.congreso.es/consti/constitucion/reforma/index.htm

Acerca de Rafael Martinez-Cortiña

21st century life explorer in Madrid, a city that makes sense
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